lunes, 17 de noviembre de 2014

Me encanta esta revolución

Publicado en otra web, el 24 de agosto de 2011


“Me encanta esta revolución” dijo la chica  mis espaldas. Le hablaba a su amiga que avanzaba, como todos, más o menos apurados, por las escalas que conducen al Metro Universidad de Chile. Tenían el claro aspecto de oficinista en fuga, adhiriendo al paro por omisión o algo así.

Yo venía de hacer algún trámite redundante justo en medio del desorden generalizado en el centro de Santiago.

Mi primer intento por llegar al ferrocarril subterráneo terminó contra una reja en calle Nueva York. El portón cerrado protegía el cuadrante bursátil de la capital. Los que quedamos dentro del perímetro mirábamos como la muchedumbre de protestantes corría de un lado a otro de la Alameda. Ataques y repliegues, consignas no muy bien hiladas y moderados apedreos a los móviles policiales eran la marca de ese minuto. Me quedé un rato observando las escaramuzas con algo de nostalgia. Incluso tomé un par de fotos con el celular, cosa que muchos de los observadores hacían.

Es espectáculo duró hasta que un carro lanza aguas decidió emprenderla contra los mirones. Decisión inteligente, teniendo en cuenta que la mayoría de sus objetivos naturales, (los que propiamente protestaban), eludían con gracia sus chorros. Por lo anunciado del ataque, la mayoría alcanzamos a zafar del agua, si bien igual me alcanzó una pequeña lluvia.

“Esta revolución” dejó el centro despoblado. La burocracia y los empleados de todo tipo en una módica estampida, se dispersaban por entre túneles y vagones.

Más allá de lo curioso de su afirmación, profundamente política, mi memoria es ocupada por otra imagen. La de un joven, flaite para más precisión, que saltó la reja para ponerse a salvo. Con agilidad, casi sin esfuerzo. Perfecto producto del sistema, con sus décadas de duopolio político, desgano y acomodo de izquierda, centro y derecha.

Así lucía: en equilibrio entre la fuga y la protesta, impecable indumentaria deportiva, listo para seguir el combate en las calles de un poco más allá, las incendiadas avenidas del crepúsculo. Saltará otras rejas, desafiando con su agresiva juventud un presente que sólo le ofrece ropa de marca y reggaeton. Sirenas policiales de fondo y una que otra consigna.

Mientras la imagen de “esta revolución” se fija en mi mente, me uno al torrente que, poco a poco, va despoblando el centro con su asfixia.



Pablo Padilla Rubio

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