Publicado en otra web, el 24 de agosto de 2011
“Me encanta esta revolución” dijo la
chica mis espaldas. Le hablaba a su
amiga que avanzaba, como todos, más o menos apurados, por las escalas que
conducen al Metro Universidad de Chile. Tenían el claro aspecto de oficinista
en fuga, adhiriendo al paro por omisión o algo así.
Yo venía de hacer algún trámite redundante
justo en medio del desorden generalizado en el centro de Santiago.
Mi primer intento por llegar al ferrocarril
subterráneo terminó contra una reja en calle Nueva York. El portón cerrado protegía
el cuadrante bursátil de la capital. Los que quedamos dentro del perímetro
mirábamos como la muchedumbre de protestantes corría de un lado a otro de la
Alameda. Ataques y repliegues, consignas no muy bien hiladas y moderados
apedreos a los móviles policiales eran la marca de ese minuto. Me quedé un rato
observando las escaramuzas con algo de nostalgia. Incluso tomé un par de fotos
con el celular, cosa que muchos de los observadores hacían.
Es espectáculo duró hasta que un carro lanza
aguas decidió emprenderla contra los mirones. Decisión inteligente, teniendo en
cuenta que la mayoría de sus objetivos naturales, (los que propiamente
protestaban), eludían con gracia sus chorros. Por lo anunciado del ataque, la
mayoría alcanzamos a zafar del agua, si bien igual me alcanzó una pequeña
lluvia.
“Esta revolución” dejó el centro despoblado.
La burocracia y los empleados de todo tipo en una módica estampida, se
dispersaban por entre túneles y vagones.
Más allá de lo curioso de su afirmación,
profundamente política, mi memoria es ocupada por otra imagen. La de un joven,
flaite para más precisión, que saltó la reja para ponerse a salvo. Con
agilidad, casi sin esfuerzo. Perfecto producto del sistema, con sus décadas de
duopolio político, desgano y acomodo de izquierda, centro y derecha.
Así lucía: en equilibrio entre la fuga y la
protesta, impecable indumentaria deportiva, listo para seguir el combate en las
calles de un poco más allá, las incendiadas avenidas del crepúsculo. Saltará
otras rejas, desafiando con su agresiva juventud un presente que sólo le ofrece
ropa de marca y reggaeton. Sirenas policiales de fondo y una que otra consigna.
Mientras la imagen de “esta revolución” se
fija en mi mente, me uno al torrente que, poco a poco, va despoblando el centro
con su asfixia.
Pablo Padilla Rubio
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