Publicado en otra web, el 6 de abril de 2011
Lo vengo pensando hace tiempo, pero recién
ahora me siento a escribirlo. Se trata de la enseñanza de poesía en los
colegios, o más bien su falta de enseñanza.
Hace años mi hija fue alumna de cierto colegio
que sólo identificaré por su sigla: Colegio Centenario de Maipú. Allí, buena parte de los apoderados cultivaban con
orgullo algo que llamaremos “Orgullo C3”. O sea, tenían sus tontos autos y/o
camionetas, televisores gigantes y toda clase de chiches tecnológicos en casa.
Pagados a punta de deuda, y enormes jornadas de trabajo, en las cuales los
niños quedaban abandonados a merced del tiempo libre y la decoración
electrónica de sus casas. El caso es que esos apoderados reclamaron alguna vez
porque en el colegio los estaban haciendo leer… poesía. Más encima, chilena. Creo
que el alegato de los próceres tenía que ver con la “inutilidad” de semejantes
estudios.
Bueno, mi tema en realidad no es ese, pero
casi. Porque hace un tiempo examiné la lista de libros a leer en 4º medio por
parte de mi hija. Que, a todo esto, es educada en otro colegio, también
protegido por el anonimato: Liceo 1. Y, si bien lo allí señalado no era nada de
malo, extrañé la total ausencia de, ya lo saben: poesía. De país alguno.
El asunto me parece raro, más aún si
consideramos que tenemos no uno, sino DOS premios Nobel, justamente en el
incierto territorio de la poesía. Gato encerrado, bajo siete llaves.
Entonces, me vino la duda y mandé a preguntar
a la profesora cuál era la razón. En medio de todo esto, hice una mínima
consulta de opiniones en la Car’elibro. Las opiniones no concordaban mucho
entre los profes que opinaron. Pareciera que prima una especie de flojera
institucional.
La profesora explicó el asunto más o menos
así: siendo la poesía la expresión máxima y sublime de la literatura, es
difícil de comprender y de enseñar. Por lo tanto, ante el riesgo de enseñar de
manera inapropiada e incompleta tan magno conocimiento, es mejor… no enseñarlo,
y dejarlo ahí, intocado. Fin del asunto.
¿Qué onda? No termino de entender. Porque, más
allá de que el tema me toca en lo personal (y gremial, diríase), me parece que
leer poesía activa algunas zonas del intelecto que otro tipo de textos no lo
hace. No en vano, incluso en la lingüística se reconocen funciones poéticas del
lenguaje cotidiano. Las usamos a cada rato, la mar de veces…
Y claro, pienso que ese mismo razonamiento
valdría para buena parte de la enseñanza de la ciencia en los colegios. O sea,
la física es también igualmente sublime en grande manera, y seguramente mucho
de su poder y significado se nos escapa en el liceo, pero igual la enseñan. De
última, la poesía debiera servir para entrenar el entendimiento en territorios
donde el significado se hace más filoso y complejo. O simplemente juguetón.
Utilidad, qué es la utilidad. Me desayuno con
todo esto. Y se supone que somos un “país de poetas”. O sea, ¡lo somos! Les
aseguro que la poesía chilena sigue siendo potencia continental, si no mundial,
y somos respetados en ese ámbito en otras latitudes.
Para cerrar, vaya una cita de uno de los
grandes: Jorge Teillier, de su poema “EL POETA DE ESTE MUNDO”, del libro
“Muertes y Maravillas”:
y debe estar sobre todas las mesas
como el canto de la jarra de vino que ilumina los caminos del domingo.
Sabías que las ciudades son accidentes que no prevalecerán frente a los árboles,
que la poesía no se pregona en las plazas ni se va a vender a los mercados a la moda,
que no se escribe con saliva, con bencina, con muecas,
ni el pobre humor de los que quieren llamar la atención
con bromas de payasos pretenciosos
y que de nada sirven
los grandes discursos tartamudos de los que no tienen nada que decir.
La poesía
es un respirar en paz
para que los demás respiren,
un poema
es un pan fresco,
un cesto de mimbre.
Un poema
debe ser leído por amigos desconocidos
en trenes que siempre se atrasan,
o bajo los castaños de las plazas aldeanas.
Pocos saben aquí lo que es un poema,
pocos han puesto su cara al viento en medio de un trigal;
pocos saben lo que es un poeta
y cómo debe morir un poeta”.
Saludos
Pablo Padilla Rubio
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