jueves, 4 de diciembre de 2014

“Lux” de Brian Eno: Interpretaciones de la luz



Abrirse a las obras solistas de Brian Eno es entender una premisa reconocida como ley de este universo: menos es más. Y no hablamos sólo de la construcción con el mínimo de elementos, (a estas alturas que se habla hasta del “post minimalismo”), sino que el supuesto es la tranquilidad, la pausa con la que el artista elige y decora sus composiciones, entregado a un ritmo que convierte cada pieza en un evento casi atemporal. Qué a este resultado se le llame “ambient” puede ser bueno o malo, según se utilice con real intención artística o solamente como un cliché sin contenido. La diferencia es clave, y Brian Eno opera con facilidad en ese territorio.
Desde esta perspectiva, Brian Eno ha tenido el valor de inocular estos valores no sólo a sus creaciones individuales, sino que ha sabido definir buena parte del sonido de la música popular del siglo XX. Quizás esa es una de sus mayores gracias. Porque si lo juzgáramos sólo por su canon solista, no sería raro que Eno figurase en un listado de compositores de estricta elite, sin acceso a lo masivo. Pero Eno nació en plena era del rock de vanguardia, y ahí es donde desarrollo sus peculiares visiones, ya sea como compositor como en su fructífera veta de productor, que no vamos a descubrir aquí.
Pues bien, después de algunos años de silencio discográfico, Brian Eno vuelve a las canchas con su obra “Lux”, su tercer lanzamiento bajo el sello Warp. En estricto sentido, “Lux” es en realidad parte de un concepto mayor, ya que la música de este disco está hecha para acompañar un proyecto visual de Eno. Y es que un espíritu inquieto como el suyo no se conforma con una sola forma de expresión. Así, su placa 2012 acompaña la exhibición de un trabajo expuesto en la ciudad de Turin, Italia, este mismo año. El total es coherente con la estética musical de Eno. Música que no está destinada a capturar la atención del auditor, sino que acompaña a éste en una exploración sensorial de más amplio espectro. Pero eso puede ser lo más interesante de este tipo de proyectos de Brian Eno: que una obra hecha para funcionar en un determinado contexto (galería de arte, proyecciones, plástica), sea capaz de generar sensaciones y ser parte de otro entorno, con receptores que bien pueden no tener la menor idea de que lo que oyen es la fracción de una propuesta. O casi, ya que la edición en vinilo del disco incluye 4 impresiones artísticas, con imágenes diseñadas por Eno, de 30 x 30 cms. En CD, los impresos miden 12 x 12 cms.
En cualquier caso y para lo que nos convoca, la música de “Lux” remite a lo mejor de Brian Eno, en estado de gracia y pureza. Selecto y efectivo, la obra es una calmada suite dividida en cuatro partes. La duración de cada una es casi simétrica: dos de ellas duran más de 18 minutos, mientras las otras dos suman poco más de 19. EL total son cerca de 65 minutos.
Los nombres de cada uno, simplemente Lux 1, 2 3 y 4. Sin más señales ni conceptos, sólo queda entregarse a la sensación.
Pasados por el tamiz de la producción sonora de Eno, los instrumentos utilizados adquieren una nueva dimensión y profundidad, haciéndose etéreos e irreconocibles.  Acá hay pianos, violines, violas y guitarras, pero tocados y procesados de tal manera que lo que aparece es el sonido en su expresión más limpia. De todas formas, un distinguible piano gobierna todos los movimientos, en un uso que, lejos de ofrecer acordes o melodías reconocibles, aparece con suaves pulsos o golpes que van puntuando el lento desarrollo de los temas. Si hubiera que encontrar alguna referencia, indudablemente el nombre de Eric Satie se anota como ineludible. Un Satie aún más despojado de adornos, si es posible. Lento pero nunca doloroso.
Y dentro de esos pulsos desde el piano, el resto de los instrumentos poco a poco se hacen cargo de llenar el ámbito con sus texturas. Por momentos, el protagonismo queda a cargo de la guitarra Moog de Leo Abrahams, sonido que recuerda un poco al Robert Fripp setentero, como una versión más limpia y delicada de aquellos “frippertronics”. El color final de las composiciones es dado por las violas y violines de Neil Catchpole y Dutchess Nell Catchpole, para completar un cuadro musical de pocos tonos pero de mucha profundidad. Todo eso procesado y editado por el propio Eno en colaboración con Peter Chilvers.
Puesta en la perspectiva del resto de la obra de Brian Eno, “Lux” queda muy bien posicionada. Porque hay coherencia entre esta versión 2012 de sus composiciones y aquellas pioneras grabaciones como “No Pussyfooting” o “Music For Airports”. Hay una delicada línea conceptual que une esta placa con las cumbres clásicas de Eno. Y. más allá de que “Lux” sea efectivamente el componente de una puesta en escena mayor, creemos que el disco se sostiene perfectamente por su propio peso. Y no nos engañemos: no se trata de música para acompañar nada, ni para meditar ni como rumor de fondo. El auditor no debe dudar un segundo en involucrarse y dejarse llevar por el todo de esta música. Es una de las opciones, y no dudamos en llamar a hacerlo.  Es sonido limpio y delicado. Es una llamada a bajar el ritmo del día a día. Una suave irradiación que no busca iluminar nada, sino que sólo invita a disfrutar de su presencia, nota a nota, fotón tras fotón. Sonido, silencio, concentración, levedad: cuatro interpretaciones de la luz. Brian Eno en su más pulcra expresión.


Pablo Padilla Rubio

miércoles, 3 de diciembre de 2014

La espalda

La espalda
casi irreconocible del amigo
se pierde

en la esquina y su tumulto

El invierno

El invierno no precisa que lo anuncien para que nos llegue. Aun así, se las arregla para pillar desprevenidos a los ciudadanos, inundando sus rutas, cruces y avenidas. Es la habitual sorpresa de mitad del año. Sólo alguna estatua emprendedora ha aprendido su lección, y se planta firme contra la tormenta. Y por supuesto, con paraguas.

martes, 2 de diciembre de 2014

El fuego de la primavera

Ya llegamos hasta acá. Apenas unas frase sueltas nos orientaron en camino hacia uno de estos días. Era sábado y se nos aparecían pantalones amarillos. Primavera, primavera, primavera para todos, para nadie.
Las tardes de luz y sol son un premio para los que supieron seguir vivos y anhelantes.
La patria es un pequeño incendio, y el viento trae un rock and roll tras otro, como si nada, como si todo el mundo se contagiara repentinamente de una fiebre que no reconoce vacuna ni remedio.
Por supuesto que todo esto puede ser nada más que una falsa impresión, una alucinación que entra por los audífonos directo hasta el alma. Y es que en las noches aún gobierna algo del frío. Y el mendigo que vive en la Alameda con Las rejas tiene que seguir cubriendo su desnudez con frazadas viejas y dos o tres perros que lo acompañan en su trasnoche eterno y entumido.

Pero las caras de mi gente pareciera que cargara un poco más de esperanza en que lo de la otra esquina va a cambiar desde un color endurecido a un tono de embriagante lucidez. Me veo en las caras de todos los demás que, como yo, se dejan caer en el vuelo de la noche de cada uno.

lunes, 1 de diciembre de 2014

la capital

la capital
protegida por murallones de aire
que matan de resfrío

a los más débiles de aquí

domingo, 30 de noviembre de 2014

¿Crisis? ¿Cuál crisis?




(Publicado hace años en la revista Rockaxis, en mi desaparecida columna "Paisaje Sonoro")



Los noticieros que hablan de la crisis hacen eco en mi cuerpo, tengo frío, trato de re encarnar, peor no se puede. Primero hay que morirse de verdad. No me atrevo a eso, cuido mi salud. Entonces cambio de canal, a ver si no pasa nada de nada:
Aparecen unas modelos vestidas para la bacanal del rey de los cielos. Sus sensuales pellejos no impiden pensar. Tendré que tomar, por lo visto, algo más fuerte.
Apago entonces el televisor y salgo a caminar como si nada, como si todo. Avanzo entre los escombros de la ruina: supermercados donde todos compran y se endeudan sin chistar, buses repletos de ovejitas humanas que ya ni saben balar, ganado bien puesto en sus dos pies, oyendo música en silencio, o leyendo un diario gratuito donde, cómo no, le siguen hablando de la crisis. Avanzo y avanzo hacia el trabajo. El viaje puede ser largo o corto según me duerma, si es que agarro asiento, o según lo que vaya leyendo. Me abstraigo todo lo que puedo con un libro en que hablan de las estafas del rock, pero eso es otra historia. Me hundo en el metro y avanzo otro poco más.
Porque la historia de hoy es la crisis y la mega estafa. Los dueños de todos los cielos tienen negocitos que de un momento a otro les dejaron de funcionar, ese es el asunto. Dejar de funcionar quiere decir que ya no ganan el 200% habitual, sino que apenas un 75% o un 50%. Y así no hay economía que resista, vale. Entonces viene el rescate. Como quien rescata un náufrago que flota en un mar de plata agarrado a una balsa de oro. OK, no pagues tus deudas, nosotros te lo pagamos, dice el Estado gringo. Y todo sigue funcionando.
Esta belleza de relato no es tan lejana. Hace unos 30 años pasó lo mismo acá, y la billetera fiscal salvó a unos cuantos banqueros. Algunos de esos incluso se murieron sin pagar las calillas que dejaron. Son de bancos ilustres, instituciones honorables, que te revientan sin asco cuando te atrasas en la cuota dos mil del préstamo con el cual compraste la vida de mierda que llevas.
He llegado a mi destino. Salgo del túnel esperando ver los restos del tsunami de la crisis que amenaza con llegar. Pero eso aún no nos sucede, respiren tranquilos, no se nos vaya muriendo nadie, que este país es fuerte. Hay reservas morales, físicas y financieras. El señor de todos los cielos chilenos está tranquilo. Sus chicas siguen posando en las revistas, en la franja escultural de la televisión. ¿De qué crisis me hablan, por la cresta? Yo sigo trabajando, tú también, por los siglos de los siglos.
Y si mañana el descalabro nos alcanza, y tú no puedes pagar las cómodas cuotas de tu existencia, no te preocupes, que siempre habrá alguien listo para saltarte al cuello y comprar tu cartera, tus horas y tus años. Se te achicará el pago mensual, se alargará el plazo, pero tú seguirás vivo y coleando, como si nada, mirando enfebrecido cómo se contonean esas chicas en la pantalla, sonriéndole a las cámaras del señor de los cielos, mientras baboseas, esperando que no se venza tan luego el siguiente dividendo.
Y en una de esas, cuando se extinga la deuda, capaz que te alcancen las monedas para arrendarte por media hora los servicios de una de estas, o alguna que se le parezca en la oscuridad de tu noche.

jueves, 27 de noviembre de 2014

Salí a comprar


Salí a comprar
mi cervecita de la noche

En el camino a aparecieron
cuarenta y siete cucarachas
-porque esta oscuridad es tibia
y porque es su temporada.

Y aunque ninguno de los bichos
me había hecho daño alguno
reventé unos cuantos con esmero
hasta llegar a diecinueve o veinte.

De regreso
con la cerveza en mi poder
listo ya para soñar otros mareos
no me atreví
a pisar ningún insecto más
por lo menos hasta mañana,
con otra botella

y con la misma sed.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Lo que supimos

Lo que supimos
es amar:

nos manejamos en eso
hasta tarde o muy temprano

y enviamos panes dulces
a los mares más secretos de la luna

Casados con la estrella de aquí
soplamos el uno en la boca del otro.


-Lo que supimos es respirar
cuando ya ni había aire-

nadar entre la arena
con gestos como de abrazarse

-nos salvamos
cada vez-

Voces de mujeres

Esa es Joni Mitchell

Reconozco su voz en medio

De cualquier bullicio de ciudad.


Lo mismo con PJ Harvey.

Lo mismo con Ute Lemper. Lo mismo
con Brigitte Fontaine.



Así que no traten de distraerme
con sus porquerías de música ambiental.

Pierden lastimosamente
el tiempo
que les resta.








lunes, 24 de noviembre de 2014

Los Anti Poesía del colegio

Publicado en otra web, el 6 de abril de 2011

Lo vengo pensando hace tiempo, pero recién ahora me siento a escribirlo. Se trata de la enseñanza de poesía en los colegios, o más bien su falta de enseñanza.


Hace años mi hija fue alumna de cierto colegio que sólo identificaré por su sigla: Colegio Centenario de Maipú. Allí,  buena parte de los apoderados cultivaban con orgullo algo que llamaremos “Orgullo C3”. O sea, tenían sus tontos autos y/o camionetas, televisores gigantes y toda clase de chiches tecnológicos en casa. Pagados a punta de deuda, y enormes jornadas de trabajo, en las cuales los niños quedaban abandonados a merced del tiempo libre y la decoración electrónica de sus casas. El caso es que esos apoderados reclamaron alguna vez porque en el colegio los estaban haciendo leer… poesía. Más encima, chilena. Creo que el alegato de los próceres tenía que ver con la “inutilidad” de semejantes estudios.

Bueno, mi tema en realidad no es ese, pero casi. Porque hace un tiempo examiné la lista de libros a leer en 4º medio por parte de mi hija. Que, a todo esto, es educada en otro colegio, también protegido por el anonimato: Liceo 1. Y, si bien lo allí señalado no era nada de malo, extrañé la total ausencia de, ya lo saben: poesía. De país alguno.

El asunto me parece raro, más aún si consideramos que tenemos no uno, sino DOS premios Nobel, justamente en el incierto territorio de la poesía. Gato encerrado, bajo siete llaves.

Entonces, me vino la duda y mandé a preguntar a la profesora cuál era la razón. En medio de todo esto, hice una mínima consulta de opiniones en la Car’elibro. Las opiniones no concordaban mucho entre los profes que opinaron. Pareciera que prima una especie de flojera institucional.

La profesora explicó el asunto más o menos así: siendo la poesía la expresión máxima y sublime de la literatura, es difícil de comprender y de enseñar. Por lo tanto, ante el riesgo de enseñar de manera inapropiada e incompleta tan magno conocimiento, es mejor… no enseñarlo, y dejarlo ahí, intocado. Fin del asunto.


¿Qué onda? No termino de entender. Porque, más allá de que el tema me toca en lo personal (y gremial, diríase), me parece que leer poesía activa algunas zonas del intelecto que otro tipo de textos no lo hace. No en vano, incluso en la lingüística se reconocen funciones poéticas del lenguaje cotidiano. Las usamos a cada rato, la mar de veces…

Y claro, pienso que ese mismo razonamiento valdría para buena parte de la enseñanza de la ciencia en los colegios. O sea, la física es también igualmente sublime en grande manera, y seguramente mucho de su poder y significado se nos escapa en el liceo, pero igual la enseñan. De última, la poesía debiera servir para entrenar el entendimiento en territorios donde el significado se hace más filoso y complejo. O simplemente juguetón.

Utilidad, qué es la utilidad. Me desayuno con todo esto. Y se supone que somos un “país de poetas”. O sea, ¡lo somos! Les aseguro que la poesía chilena sigue siendo potencia continental, si no mundial, y somos respetados en ese ámbito en otras latitudes.


Para cerrar, vaya una cita de uno de los grandes: Jorge Teillier, de su poema “EL POETA DE ESTE MUNDO”, del libro “Muertes y Maravillas”:

La poesía debe ser una moneda cotidiana
y debe estar sobre todas las mesas
como el canto de la jarra de vino que ilumina los caminos del domingo.
Sabías que las ciudades son accidentes que no prevalecerán frente a los árboles,
que la poesía no se pregona en las plazas ni se va a vender a los mercados a la moda,
que no se escribe con saliva, con bencina, con muecas,
ni el pobre humor de los que quieren llamar la atención
con bromas de payasos pretenciosos
y que de nada sirven
los grandes discursos tartamudos de los que no tienen nada que decir.
La poesía
es un respirar en paz
para que los demás respiren,
un poema
es un pan fresco,
un cesto de mimbre.
Un poema
debe ser leído por amigos desconocidos
en trenes que siempre se atrasan,
o bajo los castaños de las plazas aldeanas.

Pocos saben aquí lo que es un poema,
pocos han puesto su cara al viento en medio de un trigal;
pocos saben lo que es un poeta
y cómo debe morir un poeta”.




Saludos

Pablo Padilla Rubio



Recordatorio del lanzamiento del libro “Los Tres”, historia en imágenes, sábado 5 de noviembre de 2011

Resumen apresurado de un lanzamiento intenso: “Los Tres”, historia en imágenes, sábado 5 de noviembre de 2011, Sala de las Artes, Centro cultural Estación Mapocho. En la foto, Chico Claudio con Titae.

Quién sabe si un sello editorial nacido bajo el sello del rock and roll esté marcado para la sorpresa y la intensidad.  Puede que sea casi un deber ser esto de ir haciendo ruido y caer de asombro.

Y claro, se supone que, por otra parte, un lanzamiento de libro debiera tener cierta solemnidad bibliotecaria, con discurso y tesis incluidas.

Pues bien: eso mismo es lo que tratamos de hacer en algún momento del sábado 5 de noviembre, para la presentación del libro “Los Tres”, la historia en imágenes de la banda homónima, con fotos tomadas por Roberto Titae Lindl.

Pero no. No es tan fácil. Y eso que días antes, junto a Luisa Jaimovich preparamos un set de preguntas para la banda y una selección de fotos para proyectar. Cuando llegué a la Sala de Las Artes un rato antes del evento, me di cuenta de que se preparaba una tocata mayor. El esperado mini concierto acústico de Los Tres se preparaba con más electricidad de la esperable. Guitarras eléctricas alineadas a la espera de sus ejecutantes, y un apertrechamiento de bajos de respeto, anunciaban lo que se vendría.

Luego, la concurrencia sobrepasó la capacidad nominal de la sala y repletó cada rincón, esperando, como no, rock & RIL  y rock & roll.

De lo primero me encargué yo, leyendo un texto que preparé para la ocasión. El público algo inquieto no frenó el impulso de mis palabras, ja…

Luego, y cuando se suponía que Titae respondería a nuestro interrogatorio, nos salió con una sorpresa rotunda: el anuncio de que, siendo él un tipo de pocas palabras, lo que haría sería dejar que un amigo hablase por él. Y s etrataba del gran Chico Claudio, un beat boxer de primera línea. Chico Claudio encendió a la audiencia con un set de unos cinco minutos de increíble destreza vocal, invadiendo la atmósfera con sus pulsos, ruidos y samples de carne y hueso.

Más tarde, y en medio del jolgorio general, Chico Claudio presentó a Los Tres y ya no hubo más que decir. La formalidad del rito bibliográfico se rindió ante una banda que convence desde el primer acorde.

Poco más que decir. Fueron siete temas, poco más de una hora de rock en su mejor registro, con el grupo en perfecta forma y dando lo mejor para homenajear al gran Titae. Y así como el mismo líbro cuenta la historia en fotos, prescindiendo de palabras excesivas, Los Tres presentaron el libro sin más discurso que el poder de su música. Y con eso, basta y sobra.


Pablo Padilla Rubio

sábado, 22 de noviembre de 2014

tenemos miedo

tenemos miedo
de cómo nos atiende esta chilena

entonces miramos para todos lados
como si se hubiese perdido algo valioso

implacable
la jefa de local
saluda a cada uno de los que entran

aquí