El amigo me cuenta lo siguiente:
me habla de su abuelo
que trazó a punta de dinamita
las calles
de este pueblo en el que caminamos.
Lo hizo así porque el lugar
está asentado sobre rocas
tercas y firmes.
Lo cuenta así
a la pasada.
“Dinamita”, dice, y sus
palabras pasan en directo
al verso, sin metáfora,
sin pulir.
Apenas como una seca detonación
que le da formas
a un montón de piedras.
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