Repaso mi vida
laboral. Sostengo que de la visión de cada uno de los lindos jefes que he
tenido, debe deducirse una especie de visión de lo que ha sido la democracia en
Chile.
Por el diario encontré pega en una editorial donde,
fundamentalmente, se hacían ediciones piratas de todo tipo de material, desde
diccionarios hasta libros escolares. Además se importaban saldos de libros españoles para
vender a precio de liquidación. El dueño era un megalómano que se creía de
alcurnia sin serlo. De hecho, usaba un seudónimo (algo así como Efraín
Subercaseaux), cuando en realidad era Carlitos Venegas o similar. De ahí salí
demente, directo al psiquiatra. Cuando me despidieron, el contador sacó mal las
cuentas y me pagaron de más. Fue satisfactorio cuando, meses después, vi por la
tele que allanaban su empresa y se lo llevaban preso por tener material
pornográfico. Yo sé que no era pornografía lo que había, apenas unas revistas
con minas piluchas, pero igual me hizo bien la noticia. Años 1995 a 1996.
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