Repaso mi vida
laboral. Sostengo que de la visión de cada uno de los lindos jefes que he
tenido, debe deducirse una especie de visión de lo que ha sido la democracia en
Chile.
Con lo poco que aprendí de computación, me bastó para entrar
a trabajar a sueldo en la campaña presidencial de Patricio Aylwin. Administraba
la repartición de material propagandístico a todo el país. Mi jefe directo era un
productor teatral de cierta alcurnia, que usaba el pelo con colita y andaba sin
zapatos en la oficina; en esos tiempos, eso era muestra clara de ser de
avanzada. Pero yo no tenía contrato y me pagaban el mínimo. Mis vacaciones
consistieron en irme un mes para la casa sin sueldo. En el lugar reinaba un ambiente de
triunfalismo intelectual: pululaban videastas, escritores, gente del teatro,
todos felices del regreso de la democracia. Su democracia. Hacia los del
perraje igual había una mirada condescendiente que molestaba, salvo honrosas
excepciones. Años 1989-1990
aproximadamente.
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