Reviso mis versos
de hace poco más de un año.
Estrofas anotadas
nueve días antes
del gran terremoto de febrero.
No hay en esos versos
ni una puta profecía.
Ni el más mínimo indicio
de que la tierra bailaría
otra vez.
Hablo de oxígeno,
carreteras
y chocolates.
De gigantes que
podrían ser molinos
o viceversa.
De amigos
y de dinamita.
Pero no hay
ni una puta profecía.
Aunque si me apuran
la mención a los explosivos
dibujando paisaje
podría ser perfectamente
una alusión al terremoto
que se nos venía.
Pero creo que esta es la verdad:
la libreta Artel de tapas negras
no esconde pronóstico alguno.
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