domingo, 7 de septiembre de 2014

No somos zombis




La muchedumbre matutina de esta ciudad, supuestamente grande, avanza como en una versión criolla del “amanecer de los muertos vivientes”. ¿Qué hacer, entonces, si uno se cree vivo?

¿Son zombis esos que vienen contra nuestra, mientras atravesamos la Alameda en la mañana?

No puedo dejar de pensar en eso: una masa de muertos vivientes que avanzan sin prisa y sin pausa, cruzando avenidas. No miran hacia delante ni de casualidad. Entonces chocan sin pudor con los que vamos en dirección contraria.

Y no es que yo quiera estrellarme con ellos. A diferencia de esos seres, miro hacia donde voy, los ojos bien abiertos, el paso firme. Pero los sombríos caminantes son la aplastante mayoría. Y vienen hacia acá, y te embisten, porque sólo quieren avanzar hacia lo suyo: la vereda, la pega, la seudo universidad, el carro de las sopaipillas, la cola del diario gratuito, el sueño, la saciedad, el dañino nuevo día que comienza.

¿De dónde vienen estos finados que se hacen los vivos? ¿De qué horrendo antro se escapan cada jornada para ir a sus dudosos trámites? Intuyo que un pavoroso viaje en atestados buses oruga debe tener que ver con el deprimente estado en que se encuentran. O quizás apretujados vagones de trenes que vienen de la periferia justifiquen este estado del ser.

Digo “yo avanzo”, y debiera decir “avanzamos”, ya que somos tres los de esta caminata de casi amanecida. Mis dos amadas y yo nos enfrentamos contra la manada humanoide. Y no venimos de ningún transporte público de humillación e impudicia. Venimos nada más que del limpio andar de nuestros pies. Con eso nos basta para cruzar ciudades de sur a norte, de ida y de regreso.

Avanzamos en dirección contraria entonces, y recibimos, con atea resignación, empellones, alientos sucios y amarguras peatonales que no nos frenan, no nos frenarán jamás. Y luego, cuando logramos llegar al otro lado, donde hay calles despejadas, nuestro paso se hace menos temeroso. Miramos tranquilamente el suelo, donde esperamos hallar tesoros, huellas y señales de otra vida, otra luz, que vive en estas mismas calles, estas mismas vidas.


Avanzamos. Con eso tenemos más que suficiente. No somos zombis.

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