El graffitti lleva ya bastante tiempo en ese muro. El
suficiente como para lucir algo desteñido y disuelto en el cansancio de meses,
años casi. Y recién ahora se me ocurrió fotografiarlo, como reflejo de las
miradas que confluyen en este barrio.
El mensaje está escrito sobre el muro exterior de un
edificio. Una construcción igual a muchas que poco a poco van poblando el
barrio. Algo estandarizados, representan la imagen del boom inmobiliario que le
ha dado nuevas formas a nuestra ciudad. Y nuevos habitantes.
El rayado callejero denuncia una supuesta opulencia, que en
breve será vuelta escombros por algún tipo de fuerza. Suponemos que el
escribidor forma parte de esa energía social demoledora.
¿A qué opulencia alude? ¿La de los habitantes de edificios
como el que soporta este escrito? Como habitante de uno de ellos, puedo dar fe
de la opulencia. Los que somos dueños, estamos endeudados por décadas, así que
la riqueza mencionada debe ser la de los tenedores de esa deuda. No son pocos
los departamentos arrendados a gente de alta rotación: duran apenas unos meses,
agobiados por el costo de la vida y temas similares. También abundan los
estudiantes, que solventan gastos viviendo en comunidad. En fin. Supongo que
para más de alguno eso es opulencia.
También son frecuentes los inmigrantes que habitan en medio
de esta abundancia. Peruanos, colombianos, ecuatorianos y muchas otras
nacionalidades, son protagonistas del esplendor amenazado por el agudo
grafitero.
El recuerdo de esta mensajería mural urbana me apareció hace
un tiempo, cuando en medio de una marcha, un edificio de unas cuadras más allá,
fue atacado por el sector más violento de los manifestantes. Ahí hubo un
intento declarado por reducir a ruinas la superabundancia. Quizás de eso se
trata.
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