jueves, 2 de enero de 2014

La cura del dolor

Lo que el tiempo no sabe sanar se queda allí
esperando por su medicina.

Entonces llegan bocanadas de aire
que nos buscan,
que nos hallan en mitad de los afanes.

Y hay de pronto una necesidad de árboles,
con sombra y hojas que se caen.


Cada día el sol insiste
en irse a sus trabajos.

Mientras eso sucede
uno queda mirando
las desperdigadas piezas del rompecabezas.

Alguna vez estuvo la intención de armarlo.

Ahora sólo queda esperar,
a ver si cada una encaja en la otra
por su propia voluntad,
moviéndose hacia su resolución.


Lo que no se sana en este instante
sigue allí latiendo
a la espera de su siglo.

Luego la luna
y algún otro cuerpo de lo más celeste
comienzan a contarse en voz alta
sus secretos.


Se vuelve a caminar
(se vuelve)
y hay bosques y hay moléculas de oxígeno
que salen a buscarte.


En tanto,
las piezas del rompecabezas se dejan mirar.

Alguna vez alguien aguardaba
el movimiento de las partes
pero eso no sucederá.

Quizás un año de estos,
un día o un segundo
estirarás la mano,
acomodarás alguna pieza,
en una de esa dos
o tres.

Sentirás el viento en tus cabellos
y un canto vegetal confirmará

que hay tanto calendario por llegar.

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